domingo, 28 de febrero de 2010

Tiempo

He de reconocer que los ídolos de mi juventud poco tienen que ver con los de mi vejez. Aquellas pieles tersas, pulidas en sangre fresca, con ganas de vivir, que respiraban aire puro sin contaminar aún por los malos tragos con los que la Madre Vida pincela nuestro lienzo.

Ahora, recuerdo cosas que hacía mucho tiempo que no recordaba. Lo recuerdo todo más nítido. Te recuerdo a ti, morena y sonriente, altanera, intentando obviar que a tu paso yo convulsionaba. Que hervía como tu pupila fulguraba tierna al verme.

Mi señora sabía que yo siempre te quise a ti, pero ella me quiso a mí siempre y se conformó con un amor de segunda, con ser la Última de Filipinas en el orden mental en el que os sitié.

Sé, que debí haberme confesado algunas veces en las que mi imaginación voló sobre nuestros cuerpos. Y sé que lo sabías y por eso sonreías cuando, a veces, nuestros ojos se abrazaban con la mirada, eterna breve e intensa, en un acto casi carnal. Mil veces lo hubiera dejado todo por llevarte lejos, por apartarte de aquí, de tu perfecta familia en la que ejercías de entregada madre. Por alejarte de esos brazos que no eran los míos. Tantas veces…Tantas como hermosa y altiva. Tantas porque no me querías.

Pero eso qué importa ahora, llegado aquí, al fin de nuestros tiempos. Porque nuestra Era muere con nosotros, el tiempo corre en nuestras venas y en nosotros se hace carne. Nosotros somos nuestra época.

Y por eso ya nada tiene sentido, o todo lo cobra de pronto. Puede que sea el momento de decir todo aquello que no verbalicé, que callé por presión del externo. Por respeto a una mujer a la que me encadené por tu soberbia y por tu falta de interés. Por tus ganas de abrigarte con peso el anular.

Pero te miro, te miro, incluso ahora ahí serena, y te veo como hace cincuenta años, pizpireta y viva. Para mí jamás tuviste arruga que no fuera bella, amor mío. Nunca.

Los tuyos te lloran. Yo espero cruzar contigo y que me den el cielo que me he ganado. Yo quiero que me esperes al otro lado.

( Y un tulipán, dulce y blanco, se deslizó lentamente desde su mano).

S.S

. . . . . . .

1 comentario: