lunes, 26 de abril de 2010

La cuadratura del círculo

Se colocó la estola por encima de los hombros. Tenía la piel de gallina y los latidos a cien.

Apretó con fuerza los ojos, al recordar aquella escena. Estaba sola en medio de la nada, descalza y sin ganas de seguir corriendo. Las narinas se le dilataron, empezó a respirar con fuerza. Ya llegaba.

Se resignó a un final ya acordado por su cansancio, que le impedía huir. Se quedó inmóvil, serena y con la mirada desafiante: “Aquí estoy”.

Una hora antes conversaba animadamente en un elegante restaurante, en el centro de la ciudad, con sus amigas y aquel toy-boy, que acompañaba a una de ellas y que sólo podía alegrar la vista, pues era de conversación limitada.

Las miradas lascivas de ellas hacia el joven, precipitaron el final de la velada, que terminó antes de los postres con el enfado de la dueña afortunada y balas verbales recriminatorias para cada una de ellas. Él no sintió nada al respecto y ambos se fueron como una exhalación.

Tras pagar su parte, ella también se levantó y se despidió de las que todavía miraban escandalizadas los platos a medio terminar: “Si no quiere que admiremos el cuadro, que no lo lleve de exposición”, dijo la más rubia de todas.

“Libidinosas”, pensó antes de salir por la puerta. Aún pudo ver al juguete y a su amiga meterse en un taxi en medio de un apasionado beso. Sonrió al ver cómo éste se daba un cabezazo con el techo del automóvil.

De pronto "ÉL" estaba en la acera de enfrente. Intentó esconderse, agachando la cabeza, pero la reconoció enseguida: “¡¡¡EH, golfa, te he visto!!!”

Ella echó a correr, bajándose a toda prisa de sus tacones y cogiéndolos con la mano. “Mierda, estos Louboutin me han destrozado los pies”- Pensó al dar la primera zancada.

Él se acercaba por momentos y ella no podía correr más. Las medias le apretaban los cuádriceps y la entallada falda de tubo impedía que corriera con normalidad. “Ya está, se acabó”- Determinó tras cinco minutos corriendo.

Se colocó la estola por encima de los hombros. Tenía la piel de gallina y los latidos a cien.

Ahí parada pudo ver cómo él corría suavemente y sin esfuerzo: “Sabía que te cansarías, guapa”- Le espetó cuando la tenía a menos de un metro.

Acaba ya de una vez. Vamos, fulmíname. – Le retó ella.
Tranquila, esto quiero disfrutarlo- Dijo mientras metía la mano al bolsillo.

Ella miró cómo introducía su mano y agarraba algo en su interior. Esperó impávida a que él sacara un objeto cuadrado que acarició cuando estuvo entre sus manos.

Volvió a recordar “aquella escena”. Sí, todo había terminado...

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miércoles, 14 de abril de 2010

...y dice así:

- Dime, Carlota que quieres bailar.

-Quiero bailar

-Dime Carlota, que conmigo quieres bailar

- …Contigo quiero bailar

- Dime Carlota que este Twist fue escrito para ti

- ¿Qué?

- Dilo, vamos

- Este Twist fue escrito para mí

- Vamos, Carlota, volvamos a la carga: let’s Twist again…Twistin’ time is here!

S.S



domingo, 11 de abril de 2010

La Estólida de la Película

Putrefacto, inerte
y púrpura.
Se retuerce el pensamiento
por mi mente
en pinceladas espasmódicas.
Supura.

Pero.
Siempre hay un pero:
aunque el viento se lleve todo
nunca seré -Van Gogh-.
No.

B.B

jueves, 1 de abril de 2010

Crónica de una aberración anunciada

He batido al tirano más cruel y sanguinario de nuestra comarca. He liberado las ideas que anidaban prisioneras en las cabezas de todos mis allegados. He robado un banco para disolver las deudas que ahogaban a las personas más pobres que conozco. Sé que los métodos utilizados para ello no estaban recogidos en ningún manual de ortodoxia, pero también sé que gracias a lo que hice muchos llenaron su corazón con un saco de esperanza ingenua y legítima, dulce como ella sola.

Estos actos, más o menos heroicos, según el criterio de cada uno, han sido realizados gracias a la imaginación impertinente de muchos individuos que contribuyeron a las distintas causas.

En aquel momento, en que todo lo mencionado eran fideos indefensos en una sopa de recuerdos y polvo en una estantería llena de cartas, yo, Aitana, me hallaba inmersa en un profundo vacío en el estómago. En mi casa abundaba el alpiste y las latas de conservas, cuya etiqueta quitaba para darle misterio a mis cenas frente al televisor. Aquella noche el abrelatas se había estropeado y en una exasperante lucha a vida o muerte contra un envase metálico el absurdo venció a la Ilustración. En un sonado golpe de astucia y necesidad práctica decidí visitar al vecino del cuarto para pedirle un abrelatas. Ese hombre, mitad humano, mitad girasol, es la versión de Berlusconi al más puro estilo de la España de pandereta. Su piel, infinitamente tostada, adquiere un brillo especial cuando la música aberrante que escoge alcanza el clímax melódico.

Inicié así mi aventura hacia el universo paralelo del piso de arriba con la misión de vencer a la lata de conservas. Llegué hasta su puerta, llamé al timbre y cuando abrió llegó a mis oídos un gruñido que parecía ser un inútil intento de saludo que venía acompañado por un escupitajo que había surgido fruto de la excitación de ejercitar su aparato fonador. Le pedí el abrelatas y, muy voluntariosos, él y su futuro tumor en la piel, se apresuraron a buscar la herramienta. En la espera me percaté de que su casa tenía un intenso aroma a pis de gato. Ahí fue cuando Whiskas (qué nombre tan capitalista), su gato, apareció en el plano de mi mirada para erizar su enorme rabo instantáneamente y emitir un sonido, cuanto menos, violento. Mientras tanto se oía a Marcial, mi vecino, escarbando en algún cajón de su cocina. De repente Whiskas comenzó a vomitar, sabe Dios si por el susto de verme con los rulos puestos, o por la emoción de escuchar a Palito Ortega a volumen 86. Nota de la vomitona: 9,9. Jamás habían visto mis ojos semejante montaña de pelo y hierba. Era un precioso volcán cubierto de lava hirviendo. Sospecho que el pH de la lava era muy básico. Casi pude distinguir entre esa densa masa las rocas y minerales que arrastraba la corriente.

Marcial volvió sin el abrelatas y comentó que había puesto la cocina patas arriba para tratar de encontrarlo. En cualquier caso, no fue un desastre tan grande después de todo. No tenía abrelatas, pero tras el espectáculo presenciado tampoco tenía apetito.

B.B