miércoles, 2 de junio de 2010

Topillos, macacos, vacas y senadores

Todo parecía normal. Las señoras paseaban sus perfumes, los niños veían Hannah Montana y del rock'n'roll quedaban poco más que flashes y gafas de sol. Yo caminaba y pensaba: ¿qué pasará cuando ya no escribamos a mano?, ¿quiénes seremos cuando no tengamos una caligrafía inconfundible? Y, más aún, ¿qué les sucederá entonces a las fábricas de adaptadores de goma para adquirir una postura correcta al escribir? Es el fin.

Seguí caminando, pero ya sin pensar. Me encontré con el tipo más estúpido de mi colegio, al que llevaba sin ver unos seis años. Era una persona tan burda que siempre tenía en la boca la palabra adecuada para que uno sintiera ganas de dejar de existir. Era uno de esos individuos molestos hasta puntos tan álgidos que hubiese preferido ser torturado con gotas de jugo de limón en los ojos antes que haber tenido que soportar su presencia durante toda la educación secundaria.

Mi consuelo siempre fue que en un futuro yo sería un empresario monstruoso que humillaría a personas como él gracias al salario mínimo que recibirían de mi piscina de dinero. De repente se acercó e inició una conversación como en los viejos tiempos.

-Felicidades.
-¿Por qué?- contesté ilusionado.
-Hoy es el día de los subnormales- se rió de manera estruendosa.

Llevaba seis años sin que nadie me volviera a tender la trampa y todo se olvida. Volví a caer.

Nuestra conversación fue breve. Ganaba más dinero que yo, su novia era una gogó impresionante y vivía en una casa que parecía sacada de un reportaje de televisión. Pero, lo importante es que él no sabía que acababa de reducir mi autoestima a menos dos billones de unidades, porque oculté que había abandonado la carrera, oculté que había “fracasado”, oculté que soy un pordiosero. Le pregunté a qué se debía su fortuna y me comentó que poseía una tienda de alfombras de alta costura. Ya, claro, alfombras. TODOS SABEMOS LO QUE SIGNIFICA EN REALIDAD LA PALABRA ALFOMBRAS.

Cuando regresé a casa se me vino el mundo encima. "Yo, al menos, soy honrado. Soy honrado". Me repetí esto hasta que dejé de llorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario