Nico me miró con sus grandes ojos verdes de infante y disparó lo que su cabecita barruntaba: “¿Por qué mamá?”.
“Por qué”. Quedé un rato en silencio.
Pues no lo sé, hijo, no lo sé. Son cosas que pasan - Quise responder algo más reconfortante, pero ahogué la frase en un suspiro. Inventé, de nuevo, una mentira clásica- Ahora Sparky está feliz…Seguro que ya ha hecho amigos…y…seguro que ya tiene novia.
Sparky odia a las chicas, nunca tendría novia- Nico se vio profundamente ofendido por mis declaraciones.
Sí, claro, se me olvidaba la misoginia de Sparky…- Añadí bajito mientras el rubito ponía los ojos como platos, al ver que me sonreía para mí misma- Quiero decir, que no debes preocuparte por él. Que ahora está mucho más contento, seguro.
Pero… ¿Se ha ido al mismo sitio a donde se escaparon la tortuga y los peces de colores?- Nico empezaba a sospechar, que de existir ese lugar, ya tendría que estar demasiado concurrido.
“Dios, qué rápido crecen…”- Pensé mientras me imaginaba ese lugar- Eh…No lo sé, cielo, intuyo que no. Creo que Sparky es más de montaña y los peces de colores no pueden subir laderas… ¿No crees?- Intenté que mi estupidez sonara lógica.
Claro, seguro que está esquiando..¡Pero no con novia, eh!- Dijo zanjando el asunto, plenamente convencido de la castidad de su querido y, sin saberlo, difunto can y mientras corría a ver cómo llovía por la ventana.
Mamá…¿Por qué llueve?...
S.S