jueves, 9 de diciembre de 2010

Saturno

Podría haberlo escrito en el intervalo. En ESE intervalo. Ya sabes, él se despedía, se acercaba un momento a la puerta, grande, conciliador y hacía alguna broma eh, ya no podemos creer en nadie, jeje, ya sabes, jeje, bueno, si llaman estoy en el móvil, hasta luego. Y después se iba, se completaba la interacción y ya comenzaba la siguiente historia. Pero seguía ahí, al cabo de dos minutos acababa la canción y lo oías mover las llaves o carraspear. En ese momento no tenía ningún sentido despedirse ya, era tan descorazonadora esa solemnidad, era un pequeño Babel en miniatura, la más pequeña unidad de rechazo o quizás. Quizás era una rendición pactada, sí, creo que era algo así. Era una rendición rutinaria, un desgarro emocional crónico, un suspiro a ritmo lento de metrónomo, no más de dos o tres veces por semana. A él supongo que le desgastaba. Yo seguía tumbado, mirando al techo, valorando la condición humana en su conjunto, canturreando un poco, sí, la vida humana en su conjunto o tomados de uno en uno, son como polvo, no son nadie, no son naaaaadie.

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