lunes, 7 de febrero de 2011

Indiana Jones y el misterio de la sagrada piedra

Es perfecta. Sentada, con la espalda apoyada en el respaldo. Los labios juntos y relajados, de vez en cuando se entreabren para dejar ver sus blancos dientes.

Es perfección en forma, estado, moral y quietud. Está inmóvil, muda, no ha dicho una palabra. Y por eso la miro como si fuera un ángel. La luz, tan bonita y suave a estas medianas horas, hace brillar su pelo como si fuera de oro cobrizo, y su piel queda bañada por un halo que difumina cualquier desperfecto que pudiera tener su faz.

Mírala por Dios, mírala. ¡Cómo no la has podido ver! No la has visto porque detrás hay otra. Parecida. Quieta y muda también.

Oh. Espera, y a su lado se sienta una, ésta igual. Y hasta parecen brillar con la misma frecuencia. No te habías fijado antes en la primera por la homogeneidad de los perfectos inmóviles.

El vagón entra un túnel. Ya no hay sol que ilumine, y quedan mortales y simples. Una mueve la cabeza, el pelo se descoloca y deja a la vista una pequeña erupción en el pómulo derecho. La segunda tropieza al levantarse y parece cojear unos instantes y… La tercera sigue igual. Sigue igual de quieta, fría e iluminada.

La miro de reojo, y veo que no ha cambiado su postura. Es inhumana su quietud. Sigo observando, sutilmente. Entrecierro los ojos para forzar la vista y poder verla así con mayor nitidez, no sea que la miopía transforme en “sí”, un “no”. No es suficiente.

Al salir del túnel no aguanto más, me invade la terrible necesidad de saber cómo puede maravillarme su quietud y su perfecta fase, me levanto y me aproximo a ella, con paso decidido. A menos de medio metro de ella, cojo aire para intentar establecer contacto y…Un anuncio de productos para pérdidas de orina había iniciado una campaña con la que habían empapelado cada vagón de la ciudad.

Sí, una pegatina a tamaño real, de una mujer de perfil, sentada a la altura de los asientos del tren, me había hecho creer en Dios.

Y Santo Tomás se devanó los sesos con sus vías, cuando sólo hacía falta un post-it gigante para hacerme creer que los Dioses siguen en su sitio y que no sólo contemplan. Que crean y embellecen.

Lástima que sólo el puro estado pétreo me evoque una sensación de admiración y belleza. Lástima que el dinamismo, mortal, nos haga heridas en la piel y en las yemas de los dedos. Pena, de pegatina. Pena de Dioses que no atinan.

Llego a mi parada. Me levanto, tropiezo, y parezco cojear unos instantes…Pena de falta de virtud. Pena de musa rota. Pena de piedras y de vida.


S.S

. . . . . . . . . .


"Well, let me tell you about the way she looked
The way she acted, the color of her hair
Her voice is soft and cool
Her eyes are clear and bright
But she's not there..."

"

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