miércoles, 30 de marzo de 2011

Teléfono

Esa tarde, quiso llamarle. Estaba preocupada por él y quería transmitirle ánimo y cariño. Estuvo dando vueltas por la calle con el móvil en la mano, debatiéndose si hacerlo o no. No pensaba qué iba a decirle, porque sabía que en cuanto oyera su voz, sus palabras saldrían solas o si no, sus silencios, que se llenaban con el sonido del otro lado de la cobertura. Pero antes que las voces y los silencios, tendría que comenzar con la comunicación, tenía que llamarle.

Sin embargo, había otra voz en su interior que le decía que no lo hiciera porque no quería agobiarle, y mucho menos, parecer demasiado interesada en él. Este era el juego que habían establecido, y las reglas eran perseguirse mutuamente sin llegar a encontrarse nunca. Ahora la bola estaba en su poder, ¿cuál sería el siguiente paso? Cuando era él el que tenía que decidir, ¿tanto le costaba?

Al final decidió no llamarle. Ni si quiera quiso justificarse porque le parecía demasiado ridículo. Si quería oír su voz, le llamaba, si no, no. Así de simple. Tantas vueltas y tantos razonamientos no tenían ningún sentido. Así que, para cortar todos los pensamientos, mejor parar ahora mismo.

Las palabras que quería decir, los sentimientos que quería transmitir, pero sobre todo, la voz que quería oír, se quedaron colgando al otro lado de la invisible llamada.

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