sábado, 22 de octubre de 2011

Tecnocracia

Me llamo Carlos, tengo 21 años, y estoy estudiando tercero de medicina. Presido la asociación de alumnos y soy el delegado de mi curso, pero no soy capaz de realizar una línea de una página de cartilla Rubio. Varios departamentos están interesados en que acepte una beca de colaboración con ellos porque soy de los mejores de mi promoción. Soy bastante guapete, según dicen los ligues que mi poco tiempo me permite tener y pretendo especializarme en cirugía máxilofacial, aunque no sé si sabría calcular cuántos carpules de anestesia son necesarios para cada paciente, suerte que el anestesista sí sabe de esas cosas.

El otro día, unas estudiantes de bellas artes, amigas de mi “ex” por cierto, estaban comentando en el metro cuán alucinadas estaban de que “introduzca aquí el nombre del pintor del que estaban hablando” hubiera expuesto en Madrid, cuando prometió que jamás vendría a España. No, no era un catalán separatista, era un guiri alemán, o francés o algo así. El caso es que no pararon de parlotear sobre profundidades de color, plasticidad de la obra y otras cosas que sonaban a estupideces de una carrera de “pinta y colorea”. Luego mencionaron que el artista se inspiró en su juventud en “introduzca aquí la guerra cruenta de la que hablaron durante 15 minutos y que yo no sabía ni pronunciar” para crear la mayoría de sus obras y que además el gran dirigente “introduzca aquí el nombre del personaje histórico que yo no supe ni ubicar en el tiempo” había sido una figura presente a lo largo de toda su carrera, por la fuerza de su personalidad.

Un abuelo, leía una columna de opinión en un periódico, cuando las chicas se bajaron del vagón. El hombre de pronto paró de leer y me miró a la cara. Se rió, pero sin ganas y soltó “estas chicas no tienen ni idea de pintura, ¿eh chico? Los artistas contemporáneos os gustan a los jóvenes, porque no os hacen pensar mucho, pero nada como la luz y el aire de Velázquez o la belleza de una Maja Desnuda. Eso es luz, y piel de perla y terciopelo. Y eso es de lo más difícil de plasmar en un lienzo, la carne viva y pálida expectante. No tienen ni idea…”

Pensé que el viejo, era un salido por preferir ver “una maja desnuda” y me alejé de él cuando hubo vuelto la vista al periódico.

Llegué a mi casa más tarde de lo que había calculado, y me senté a la mesa mientras mi madre me servía el plato de calamares con patatas que ella ya se había comido. Apenas hube recogido mi plato, me senté en mi escritorio y abrí el libro de oftalmología.

Tenía que cumplir con el “planning” establecido…Sí, voy a llegar lejos...


S.S

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