domingo, 27 de noviembre de 2011

Clap, clap, clap

Es muy complicado, cuadrar sentimientos y emociones en el tiempo. Es muy difícil sincronizar dos latidos diferentes.

Cuando sucede, la fuerza es tal, que la sientes hasta en los dedos de los pies. Te llena. Te invade. Te recorre entero y ya no eres dueño de tu ser.

Por eso, cuando se descompasa a veces, el cuerpo tiembla y el miedo se instaura en el pequeño hueco que dejan ambos pulsos. Y entonces se vibra a una frecuencia distinta, y los sonidos ya no se escuchan igual.

Y es arduo, volver al estado anterior. Y no se puede, sino temblar. Temblar porque cae la noche. Temblar porque ahora hace frío, temblar porque el sol no nos calienta las mejillas. Temblar, porque no nos cubren de besos.

Y entonces, de pronto, el corazón se para: pum,pum,pum...Nada. Para volver a los pocos segundos: pum, pum, pum, pum.

Y te vuelves a abrazar a esa sonrisa, y no quieres soltarla. Y procuras dormir con un ojo abierto para que no se escape la maldita sensación de bienestar, tan lábil y veleta. Y te despiertas destapada, con el pelo revuelto, con los mofletes rotos de tensión de reír en sueños. Porque te levantas, te giras y ahí esta. Ahí está ese montón de desconfianzas, de descoloridos, de sabores “saboríos” que te comieron la lengua y el corazón, mirándote con desprecio. Sí, ahí los tienes, atados a una pata de la cama, para que te levantes y les sueltes una patada y te puedas reír de su dolor. Y te sientas, sin quitarles la vista de encima. Y te enciendes el cigarrillo imaginario de la victoria mientras ves, cómo se desangran tus martirios en el suelo de tu habitación. Y te lo fumas, oh sí, te lo fumas lentamente, mientras ves cómo se consumen, y te deleitas con cada succión de humo, recreándote en su esperado, dulce y maravilloso fin…

Aplaude nena, y corre a limpiar gustosa el charco de sangre que vas dejando al vivir.


S.S

domingo, 13 de noviembre de 2011

Mezclanza

Esa sensación de vacío cuando se acaba esta canción y las chicas guapas se callan. Ser consciente de que no nos vemos porque la vida lo quiere así. Lo quiso así.

La incertidumbre que genera el no saber nunca nada. Las once horas que nunca duermo. Los once días que lleva el mes once viviendo.

La angustia cuando los que queremos nos hacen daño, una y otra vez. Y el no poder hacer nada más que quedarnos mirando cómo nos llueve encima. Y mojarse. Mojarse mucho, hasta tener los huesos calados en lágrimas.

Mi perro anciano cojeando, escupiendo dientes y tosiendo como cualquier viejito. Y tú en una esquina de la ilusión, observando.

Y la luz que brilla en su pelo y en el sol de su ventana. Y lo lejos que me queda todo a veces. Y lo difícil que me resultan las cosas.

Todo lo injusto que ha pasado. Y todo lo justo que nunca pasará.

Sentir una mañana, la sensación de no haber despertado aún. Y caminar en estado vegetativo hasta la cocina. No hay leche. Mierda.

Recordar que esta noche no has parado de soñar cosas que no dan miedo, pero duelen más. Todas esas caras y voces, conocidas y queridas, danzando en esas seudopesadillas. Sueños con colores que no existen y con situaciones absurdas y personajes tuyos.

Todo, todo ello agitado porque te sientes triste. Y te da lo mismo ya desayunar cereales secos. Todo sabe igual. Y ahogarse, ahogarse cuando te repiten que este mundo no es el tuyo.Ahogarse aunque no tengas líquido que llevarte a la boca en tu desanimado tazón de desayuno.

S.S